Probó con este milagro de qué es capaz el Señor
Jesucristo por sus discípulos. Hoy él puede calmar la tempestad de tu vida, los
problemas, adversidades y males; no seas incrédulo ni bajo de fe, cree y todo
es posible.
Enseguida Jesús hizo que los discípulos entraran en la
barca; mientras despedía la multitud, subió sólo al monte a orar. Juan narra
que la intención de la gente era hacerle rey, de ahí que rápidamente se retiró
a orar. (Juan 6:16). El pánico
sacudió a los discípulos y Jesús vino a ellos caminando sobre el mar. Creían
que Jesús era un fantasma, asustados y turbados, decían un ¡fantasma! ¡Un
fantasma! ¡Un fantasma! Jesús les dijo tengan ánimo, “Yo soy”, no temas. Yo soy, tranquilo. Pedro, interviene y le dice a Jesús: si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Jesús, primeramente no le
reprochó acerca de su incredulidad, de su osadía, sino que afirmó a Pedro y le
dijo “Ven”.
Pedro salió de la barca, caminó sobre las aguas, pero
mientras iba caminando, vio el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse,
dio voces diciendo ¡Señor! ¡Sálvame¡ Cuando quitamos la mirada de Jesús, y
ponemos la mirada en los vientos que nos trae el diario vivir, nos pasa lo
mismo que a Pedro, nos atemorizamos y nos turbamos. Jesús extendió la mano,
asió de él y entonces le dijo, hombre de poca fe, ¿porque dudaste? Luego
entraron a la barca, reconocieron a Jesús, le adoraron y dijeron este es el
Hijo de Dios.
Jesús, les
afirmó y luego reprendió la
incredulidad de ellos.
Después de las pruebas,
entonces reconocieron a Jesús como el Hijo de Dios. Esta es una palabra
teológica que encierra, la verdad de que Jesús es el Salvador. Por más grandes que sean las olas,
siempre el Señor nos librará de los vientos contrarios. El mar con sus olas
fuertes, puede representar al mundo, cargado de vientos contrarios. Hay un precio que pagar, Jesús les dijo
“ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios. (Lucas 9: 57-62).
Jesús hoy nos dice, vayan al mundo y no teman, cuando
lleguen las tormentas, solo confíen. Usemos los métodos de Jesús, primero
afirmemos al que tiene miedo de hundirse y luego amonestemos acerca de mantenernos
en la fe.
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