Pastora Belkis Fernández
Jesús sano a un hombre incapacitado para oír y hablar bien
Jesús vino a desatar al oprimido, a libertar al cautivo y sanar al enfermo. No importa dónde te encuentres en el planeta tierra, este milagro ocurrió en una comunidad pagana. Jesús es sensible ante el sufrimiento, enfermedad, soledad u cualquier adversidad. No busca avergonzar a nadie, ni ser el centro, ni mucho menos llamar la atención ante tantos milagros que hizo. En este caso Jesús, llamó aparte al sordomudo y lo sanó en privado. ¿Por qué lo llamaría aparte? ¿Habría burladores en la multitud? ¿Qué hizo Jesús?
1. Le toca los oídos con sus dedos y se lo abre
2. Le toca su lengua y le desata su lengua
3. Le dice: Effata, que en arameo significa “Ábrete”
Continua Jesús haciendo su obra y nos dice ábrete a mí, saca lo que hay en tu corazón para que seas sano. Traigamos a Jesús al necesitado y dejemos que el Espíritu Santo toque sus vidas. Jesús con discreción y con humildad resuelve lo que tú y yo no podemos resolver. Jesús empleó su inteligencia espiritual, sabía que no convenía que los líderes religiosos se enteraran, ni tampoco la multitud, porque tenía su plan de ir a la cruz. Sin mucho alarde, Jesús sanó a este sordomudo.
Hoy existen muchos niños, jóvenes y hasta adultos sordos y mudos; no entienden la importancia de ponerse a cuenta con Dios. Espiritualmente están discapacitados, no les importa el consejo ni la reprensión, estos priorizan lo vano, lo irracional; el mundo de lo sensacional y de las emociones, el mundo de lo que se ve con los ojos. Digamos a estos, “ábrete a Jesús”, deja que su toque restaure la relación con tu creador y con el que tiene la habitación de tus días determinados aquí en la tierra.