domingo, 25 de octubre de 2015

Mateo, de Publicano a Apóstol de Jesús

Lectura: Lucas 5:27-32
Pastora Belkis Fernández

Jesús llama a Levi, una persona de mala fama, posiblemente  un estafador y le dice, sígueme. A su encuentro le cambia el nombre y ahora se llama Mateo. Mateo  se levantó y dice la Escritura que él “dejó todo”. Ya no tendría las ganancias  como recaudador de impuesto, ya no iba a tomar su trabajo parcialmente, sino decirle dejarlo todo por Cristo.

Mateo continúa con su ejercicio de la experiencia del nuevo nacimiento y le hizo una fiesta a   Jesús en  su casa. Cuando hay agradecimiento está el deseo voluntario de compartir. Dios en su gracia recibe al injusto y lo justifica, "no por obras, sino para buenas obras" (Ef. 2:8-10). La gracia de Dios despierta nuestra gratitud  y nos transforma en personas nuevas que buscamos hacer la voluntad de Aquel que nos ha redimido. La gracia de Dios nos libera del legalismo y moralismo  y de la "gracia barata" de una fe puramente formal y verbal. La gracia nos hace libres para agradecer  a Aquel que nos justificó por fe.

A la fiesta invitó  a sus colegas publicanos, personas de mala reputación para los religiosos  y mientras esto ocurría estaban los que criticaban a Jesús, y le decían ¿Por qué come y bebe con publicanos y pecadores?

Jesús le respondió los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. La enfermedad del pecado, es un germen que es adquirido por toda la humanidad y el expediente está abierto ante los ojos del Señor. Mientras un grupo murmuraba a Jesús, otros disfrutaron de sanidad y de recibir el mensaje de salvación.

El llamado de Levi, produjo un cambio. Primero del nombre de Levi a Mateo, luego deja su modo de ganarse la vida, de recaudador de impuesto a Apóstol de Jesús. El Señor utilizo este ejemplo para tipificar el pecado como una enfermedad. Luego vemos a Mateo en el libro de los Hechos, perseverando en oración y unido con la comunidad de creyentes.


domingo, 11 de octubre de 2015

¿Abana y Farfar no son mejores?

Lectura: II Reyes 5:12
Pastora Belkis Fernández

“Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y  se fue enojado.” (Reina Valera 1960).

Naaman pensó que los ríos Abana y Farfar en Damasco, eran mejores que el rio Jordán y las aguas de Israel. Hizo una comparación basada en el orgullo humano de tener ríos de abundantes aguas. Para Naamán y su orgullo, si Dios ha de limpiarlo de la lepra, debe ser en las aguas de su país que eran mejores. El orgullo y la indiferencia bloquean lo que Dios quiere hacer por la persona.

Hoy es un gran desafío ante tantas facilidades que tiene  la humanidad para ser comparadas. Atracciones,  avances de la ciencia, la tecnología, las comodidades, las megas iglesias, las grandes figuras y personalidades, las grandes metrópolis, pueden  convertirse en “Abana y Farfar” e impedir el hacer la voluntad de Dios.

El Señor nos dice, quédate donde  yo te envié, yo te voy a bendecir, echa raíz, sumérgete en las aguas del Espíritu de Cristo, obedece y no bordees el lugar sino sumérgete.
 Naamán se enojó porque no lo sanaron como él pretendía. ¿Por qué nos enojamos?  
¿Dónde tú quieres sumergirte y donde quiere Dios?
En Juan 9:7, Jesús mandó a un ciego a lavarse en el estanque Siloe. El obedeció y regresó sano, a pesar que había más estanques, él fue al de Siloe.

¿Cuáles aplicaciones encontramos?

1. El enojo impide la visión 
2. Las posiciones no resuelven todos los problemas
3. Las comparaciones empeoran el problema
4. La humillación nos sumerge a ese Jordán espiritual. Naamán quedó limpio.

domingo, 4 de octubre de 2015

Naamán sanado de su orgullo y de su lepra ¿Te están pidiendo algo difícil de hacer?

Lectura: II Reyes 5:1-14
Pastora Belkis Fernández

Naamán comandante de Siria, había tomado una  joven hebrea como prisionera. La jovencita le dijo a la esposa de Naamán que  el profeta Eliseo en Samaria, le sanaría. Naamán se conectó con el rey de Siria e hicieron los arreglos protocolares.

¿De qué forma reaccionó el rey de Israel?  No soy Dios. ¿Por qué el rey de Siria me manda este hombre para sanarlo? Al enterarse Eliseo le dijo al rey de Israel:

¿Por qué rompiste tu ropa? Deja que ese hombre venga a verme para que sepa que hay un profeta de Dios. Llega Naamán y el profeta Eliseo le manda un mensajero que le dijo, ve, metete siete veces en el rio Jordán y te sanarás de la lepra. Naamán se enojó y dijo “los ríos que están en Damasco son mejores que los de Israel. Sus sirvientes le aconsejan, éntrese en el rio Jordán, porque no le están pidiendo algo difícil de hacer. Naamán se entró siete veces en el rio Jordán, enseguida su piel quedó sana y suave como la de un niño.  Naamán decidió solo adorar a Dios y no a los dioses de su cultura.

Aplicación: Jesús se refirió a este milagro en (Lucas 4:27). Dios no es exclusivo.  Dios primero sanó su orgullo  y luego la lepra que tenía en su piel. Las comparaciones que hizo de los ríos no le iban a ayudar. El profeta mandó un mensajero y no aplicó ningún protocolo. No podemos hacer especulaciones de cómo tienen que suceder las cosas. Aprendamos a valorar lo que para muchos puede ser insignificante, el consejo de una sirvienta fue el canal que Dios empleó.