domingo, 25 de agosto de 2019

La Vida Eterna

Lectura: Romanos 6:19-23
Pastor Pedro Julio Fernández

Pedro en su primer mensaje del NT predicó un mensaje centrado en el Jesucristo y en él ES, los oyentes sintieron pena por ellos mismos y preguntaron, ¿Qué es lo que hay que hacer? Pedro no vaciló y dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hechos 2:37-39

En su segundo mensaje narrado en Hechos 3 reafirmó lo mismo al decirle a los oyentes: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor” 3:19

“El arrepentimiento es el pesar que una persona siente por algo malo que ha hecho, dicho o bueno dejado de hacer. Quien se arrepiente cambia de opinión o deja de ser consecuente con un determinado compromiso.

Arrepentirse es un acto espontáneo, que debe surgir de la comprensión legítima de los propios errores, aunque esto no significa que no vuelvan a cometerse.

La dádiva de Dios es la salvación definida como vida eterna. Es un regalo de Dios para aquellos que aceptan a Jesucristo como Señor y Salvador. Dios demanda que de la misma manera que invertíamos tiempo y recursos para la práctica del pecado, cuyo resultado era la muerte, que ahora la inversión sea en la santificación, y como objetivo final, la vida eterna. (19-20) Que la vergüenza de haber hecho lo malo ante los ojos de Dios, nos impulse con más fuerza e intensidad a realizar lo bueno. Íbamos rápido rumbo a la muerte, ¿porque ahora ir tan despacio en el camino de la santidad?

La santificación se cultiva, se construye, se trabaja, se le pone empeño con tiempo, recursos y devoción. Oración, ayuno, congregación, ejercicio de la piedad, evangelismo, discipulado y testimonio.

Ahora tenemos por nuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

domingo, 18 de agosto de 2019

Dos Rumbos Distintos

Lectura: Génesis 13:11-18
Pastor Pedro Julio Fernández

Abraham y Lot se criaron juntos, eran tío y sobrino respectivamente y se llevaban como hermanos. Salieron juntos de Ur de los caldeos para Harán con su patriarca Taré. Lot y Abraham también salieron juntos de Harán a Canaán. Lot fue bendecido en la unión y compañía de Abraham. Ambos prosperaron económicamente en la tierra prometida hasta que… sus posesiones eran tantas que ya no podían habitar juntos (13:6).

Cuando llegó el momento de resolver el problema, como hermanos actuaron y decidieron escoger rumbos distintos. Lot se fue a la región del valle del rio Jordán porque la tierra era muy buena como el huerto del Edén. Abraham escogió la tierra de los cananeos.

Lot se movió hacia Sodoma donde los habitantes eran malos. Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos. Tomó un rumbo de dolor y sufrimiento.

Por otra parte, Abraham removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová. Desde ahí tenía comunión íntima con Dios. Recibió promesas de tener un hijo, de expandirse por todas partes, recibió la información de la captura de su sobrino, a quien posteriormente rescató. Lot siguió viviendo en Sodoma y Abraham en Hebrón, tomaron rumbos distintos.

Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte (Prov. 14:12) por eso Dios dice: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella (Deut. 30:15-16).

domingo, 11 de agosto de 2019

El Valor de una Semilla

Lectura: Mateo 13:31-32
Pastora Belkis Fernández

La parábola de la semilla de mostaza nos hace recordar que la semilla que estamos sembrando, tendrá grandes resultados y que esa pequeñita semilla luego se convertirá en un gran árbol que aun los pajaritos harán sus nidos. El Señor no despreció a los pobres, ni a los pequeños, ni a los insignificantes; sino que valoró a los pequeños, a los que tienen pocas fuerzas, a los no atractivos, a los humildes.

El evangelio tiene una dinámica distinta a la del mundo. El mundo valora lo que se ve, valoramos lo grande, lo abultado, lo que impresiona a los ojos y despreciamos las pequeñas semillas que se van sembrando y que a lo largo de la vida se convertirá en un gran árbol y que aun las aves harán sus nidos.

La vida misma de Jesús fue un ejemplo, pues nació en un pesebre, en un ambiente que apestaba e inadecuado para el nacimiento de un niño. No nació en cuna de oro y su Reino se ha expandido como esa pequeña semilla de mostaza, que ha alcanzado a todas las razas y naciones.

El evangelio de Jesucristo es igual a una semilla de mostaza, es pequeña por su apariencia, pero crecerá como un gran árbol. Sembremos una pequeña semilla en los corazones de aquellos que todavía no conocen de Jesús y si conocen de Jesús necesitan tener fuertes raíces.

Sigamos sembrando la palabra de Dios como la semilla de mostaza. Esperemos que Dios la ponga a crecer y mañana se convierta en ese árbol, que aun los pajaritos (personas) harán nido por su altura, por la protección dada del Altísimo.