domingo, 28 de septiembre de 2014

Mi Hijo Amado - Mateo 17:1-7

Pastora Belkis Fernández

En esa experiencia de la transfiguración se escucha la voz del Padre, “Este es mi Hijo Amado, en quien tengo complacencia, a él oíd. La gloria de Dios se manifiesta cuando aprendemos a escuchar a Jesús. 

Moisés y Elías habían experimentado la presencia de Dios en una montaña, pero ahora pueden ver a su libertador cara a cara.  Jesús invitó a Pedro, Juan y Jacobo; tres testigos oculares de su crucifixión y resurrección. Jesús se transfiguró y su rostro resplandeció como el sol. Pedro pidió que hagan tres enramadas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. Lucas y Marcos narran que Pedro no sabía lo que decía. Una nube de luz confirmó “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia, a él oíd”.  El Padre está contento porque Jesús sigue su plan de ir a morir en la cruz del calvario. 
El impacto de ver su gloria produjo miedo a sus discípulos y narra el evangelio de Mateo que Jesús los tocó y les dijo levantaos, y no temáis.

Pedro había confesado que Jesús era el Mesías,  pero ahora el Padre confirma su naturaleza divina y humana. Hoy podemos actuar como Pedro, hablando cosas, sin saber lo que estamos hablando cuando sugirió hacer tres enramadas.  Al final de sus días Pedro recuerda esos momentos en que escuchó la voz del Padre y nos aconseja que tenemos la palabra profética más segura, a la cual hay que estar atentos como una antorcha que alumbra en lugar oscuro. (2 Pedro 1:17-19) 

¿Haz experimentado en oración cierto destello de su gloria?  Levántate y toma tiempo de intimidad con el Señor y de estudio de la Palabra. Mantente advertido ante el peligro de los medios visibles y leíbles que hoy se convierten en nuevas voces.  No te duermas, sincronízate con Jesús a través de las Escrituras.


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