domingo, 26 de noviembre de 2017

Postrándose en Tierra

Lectura: I Reyes 18:41-46

Pastora Belkis Fernández

El profeta Elías postrado en tierra, puso su rostro entre las rodillas como una expresión de humillación. Invitó a su criado y al Rey Acab para celebrar el fin de la sequía. Elías mostró una fe intensa y Dios escuchó su oración, a pesar de ser un hombre que estaba sujeto a debilidades como las nuestras, Santiago nos dice que Elías oro fervientemente para que no que no lloviese y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Elías le dijo a Acab, vete a comer y a beber porque ya se oye el ruido de la lluvia. El actuó con misericordia ante un rey malo e idolatra. 

Hay momentos donde necesitamos subir a un lugar como el monte Carmelo e intensificar nuestro clamor con fe. Hay milagros donde Jesús invitó a orar a los tres discípulos más cercanos. No siempre en la multitud; sino más bien en espacio de intimidad.

¿Qué dice Elías a su ayudante?  Ve y mira hacia el mar. El ayudante le respondió: No se ve nada. Elías le dice de nuevo, Vuelve siete veces y después de siete veces, el ayudante le dijo a Elías: ¡Se ve una pequeña nube del tamaño de la palma de una mano! Está subiendo del mar.

Me imagino al siervo de Elías, por seis veces consecutivas, yendo y volviendo y no viendo ningún resultado; hasta que, a la séptima vez, pudo ver por lo menos algo. Antes de la lluvia tuvieron oscuridad y vientos impetuosos, hasta que la gloria descendió y la lluvia cayó. Hay milagros progresivos, lo poco en las manos de Dios, es el inicio de una gran bendición.

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