domingo, 9 de junio de 2019

Día de Pentecostés

Lectura: Hechos 2:1-4
Pastora Belkis Fernández

Cincuenta días después de la muerte de Jesucristo (un día después de la pascua), el Espíritu Santo descendió en un ambiente donde todos estaban juntos y unánimes; vino del cielo un estruendo como de un viento recio y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego.

A partir de ese momento vemos la comunidad de fe, la iglesia, representada por un grupo de diferentes nacionalidades y todos fueron llenos del Espíritu de Cristo. El Señor los empoderó para que sean testigos de él y los envió a proclamar el mensaje de salvación, un mensaje de esperanza en medio de un ambiente de confusión religiosa y opresión política.

El Espíritu Santo se manifestó en la lengua nativa de todas esas naciones que estaban en Jerusalén el día de la fiesta de Pentecostés como una señal de inclusión para todas las naciones. 

Al principio hubo confusión porque se les oía hablar en su propia lengua, pero luego el apóstol Pedro en su primer sermón aclaró que esa experiencia fue la llenura del Espíritu Santo en la que somos investidos del Poder de Dios y a partir de ahí hubo un derramamiento del poder de Dios.

¿Para qué recibieron poder según Hechos 1:8? Para ser testigos de Cristo, ¿Dónde el creyente debe ser testigo de Cristo? En todas las áreas de su vida.

Celebremos la presencia del Espíritu de Cristo en el creyente y en la iglesia, mantengamos su llenura, proclamemos el mensaje de esperanza a través de dar a conocer la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Como resultado, los que recibieron la Palabra fueron bautizados, se añadían más y más, perseveraban en la doctrina y comunión y en las oraciones, hubo apertura para todos.  Y había señales, milagros y prodigios. Hechos 2:41-42 y 46.

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